13 may 2009

El mañana

Bueno a mi me tocó elegir el tema de esta semana y la verdad al principio tuve un poco de duda, de inseguridad de... pues bueno ya ven, es como el primer dia de clases una nueva escuela, por alguna razon pensamos que cualquier error que cometamos nos perseguira el resto de nuestras vidas. Pero luego de un rato la elección era obvia: no hay ningún tema que, durante toda mi vida, me haya perseguido como el pensar en el futuro, en el mañana.

Desde que era apenas un niño pequeño me era imposible imaginarme que sería de mi en diez, veinte años. No nos vayamos tan lejos, tan solo con cinco años bastaba para que al tratar de visualizarme, de fijarme propósitos y metas, de desear siquiera algo, me resultara imposible, la mente se me quedaba en blanco. De niño siempre fui trabajador, hasta me destacaba de vez en cuando en la escuela y siempre me pareció muy tonto porque a esa edad eso es justamente lo que enorgullece a los padres: un hijo que haga lo que le mandan hacer, sin cuestionar, y por alguna razón se asume que eso te hace un niño entendido, pensante, consciente de que cada pequeño paso es un escalón que te va encaminando al éxito. Pero es mentira, la verdad es que a esa edad uno no sabe todavía que onda con la vida y mucho que onda con SU propia vida. Quizá uno que otro niño traumado a esa edad ya tenga mínimo la ilusión y con suerte esa ilusión será algo realista, digo, ya se habrá dado cuenta de que nunca llegará a ser jugador profesional de fútbol o que sus dibujitos en hojas cuadriculadas no lo llevaran a ser el próximo Akira Toriyama ni a trabajar para disney con un sueldo millonario. Su sueño será algo como llegar a ser doctor o a comprarse un BMW. Quién sabe, a lo mejor su ilusión será ser un mujeriego borracho y jugador y ya estará empezando a trabajar desde temprana edad para alcanzar su meta. Pero en mi caso nadamás nunca me ha funcionado.

En alguna ocasión tuve una pequeña crisis existencial debido a este problema del mañana, sucedió cuando estaba terminando la preparatoria y me tocaba la difícil tarea de elegir una carrera profesional. Por alguna razón, nunca fue para mi una opción el no estudiar una carrera, supongo que aquí también se mezclan un poco los milagritos que nos cuelgan nuestros padres y todo ese lastre cultural/aspiracional que llevamos cargando. Pues sí, así fue, yo no tenía la más mínima idea de qué iba a estudiar, a qué me iba a dedicar o siquiera del porqué tenía que elegir algún destino... aunque confieso que todavía no tengo una idea muy clara al respecto...

Ese momento fue de total desorientación y desconsuelo para mí, no sabía qué hacer o a quién recurrir, me intimidaba totalmente la idea del mañana. Era para mi un abismo enorme, profundo y oscurísimo en el que solo podía perderme y no había escapatoria. Era como una condena, una maldición que me alcanzaría mas temprano que tarde. No es de extrañar que haya terminado yo en el psicólogo. Fueron tiempos difíciles y extraños, lo que más me desconcertaba era que toda decisión que yo pudiera tomar en ese momento parecía estar correcta, para cualquier cosa que eligiera contaría con el apoyo incondicional de familiares y amigos porque creían en mi y no tenían razón para pensar de otra manera. Qué miedo, qué terror, por poco me desmayo en más de una ocasión.

Hubo otro momento clave de mi vida, cuando estaba entregando mis papeles para inscribirme en la universidad. Entregué la carpeta con todos los documentos a la señorita de admisiones pero mis dedos no me obedecían, mi cuerpo no me dejaba traicionarme (maldito, maldito sea) y se negaba a permitirme tomar la decisión equivocada. No dejaban ir esa carpeta del destino. La señorita jaló, esperó y volvió a jalar. Entonces me dijo que si no estaba seguro me tomara un tiempo y volviera cuando estuviera seguro. Uno de los mayores ridículos de toda mi existencia, quizá. Pero fue un momento clave. De alguna manera en ese momento entendí que nada importaban los apoyos, los elogios, las palabras de aliento ajenas. Todo se concentraba en mí, iba a ser yo el único que iba a estar solo toda la vida con ese mañana, el único que gozara con él o sufriera de sus tormentos. La condena... nuestro futuro es muchas veces un grillete que nos ponemos nosotros mismos. Salí corriendo de ahí, quise perderme, quise nunca llegar de nuevo a casa pero ¿a dónde se suponía que fuera? ¿no implicaba eso tener que tomar una decisión? La angustia se apoderó de mí, confieso que lloré camino a casa.

Pero en algún momento algo cambió dentro de mí, de alguna forma misteriosa algo se acomodó y las piezas cayeron en su lugar. Volví, entregué la carpeta manila que sellaría el rumbo de mis próximos años con toda seguridad. Una calma infinita se sentía en mi interior, una paz plena. Creo que si eso tiene nombre debe ser algo similar a "sinceridad". Ese día aprendí que no tiene sentido engañarse a sí mismo, no hay más que un horrible vacío al vivir las aspiraciones ajenas.

Pasó media década en completa tranquilidad, acepto que durante ese periodo tuve uno o dos momentos de debilidad, que mi cabeza insistío una que otra vez en cuestionarse si todo eso tenía sentido. Pero con el tiempo aprendí y confirmé, para toda la vida, que elegí bien, que la respuesta siempre fue ser sincero, que en el fondo de nuestro corazón siempre hay una chispa que nos sirve de luz y nos indica el camino correcto. No me refiero solo a la "carrera" sino a la infinidad de cosas que me han pasado desde entonces, los tropiezos y los pequeños gozos que enriquecen el alma, a todas las decisiones que he tenido que tomar,y que muchas veces le resultan incomprensibles y hasta inaceptables a otras personas. Creo que es la única manera de vivir tu vida y sé que la manera en que sabes que el mañana te pertenece es cuando no tienes necesidad de mirar atrás y estar en tu cabeza dándole vueltas al ayer.

Ahora me siento bien, sereno. El mañana ya no es más ese abismo temible.

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